Una nueva traducción de un ensayo clásico por David Graeber

Hola, amigos:

Para conmemorar el cuarto aniversario de la misteriosa muerte de David Graeber, he estado desenterrando algunos de los tesoros que nos dejó en la bóveda.

Con ese espíritu, estoy publicando un ensayo clásico de David Graeber, ¿Eres anarquista? ¡La respuesta puede sorprenderte!

Este ensayo encaja perfectamente en mi misión de “des-Antifa-tizar” el anarquismo. Desde los años 1990, el anarquismo ha sido asociado con el punk y la contracultura afín al punk y, por lo tanto, a menudo se le ve como un movimiento juvenil de personas que simplemente no entienden cómo funciona el mundo. Mi misión es defender el anarquismo de una manera diferente, para personas que tienen preocupaciones más prácticas que romper ventanas y golpear nazis.

Mi misión es hacer que el anarquismo atraiga a madres de familia, camioneros, parroquianos, pueblos indígenas e inmigrantes. Me interesa encontrar puntos en común, lo que implica apelar al sentido común.

David Graeber era un maestro en esto, y sus poderes de persuasión son plenamente exhibidos en esta pequeña joya.

¡Disfrútenla!

Crow Qu’appelle

¿Eres anarquista? ¡La respuesta puede sorprenderte!

Por David Graeber, 2009

Es probable que ya hayas oído algo sobre quiénes son los anarquistas y qué se supone que creen; lo más probable es que casi todo lo que has escuchado sea un disparate. Mucha gente parece pensar que los anarquistas son partidarios de la violencia, el caos y la destrucción, que están en contra de todas las formas de orden y organización, o que son nihilistas locos que solo quieren hacer volar todo. En realidad, nada podría estar más lejos de la verdad. Los anarquistas son simplemente personas que creen que los seres humanos son capaces de comportarse razonablemente, sin tener que ser forzados a ello. Es realmente una noción muy simple, pero los ricos y poderosos siempre la han encontrado extremadamente peligrosa.

En su forma más simple, las creencias anarquistas se basan en dos suposiciones elementales: la primera es que los seres humanos son, en circunstancias ordinarias, tan razonables y decentes como se les permita, y pueden organizarse a sí mismos y a sus comunidades sin necesidad de que se les diga cómo. La segunda es que el poder corrompe. Ante todo, el anarquismo es simplemente una cuestión de tener el coraje de tomar los principios simples de decencia común por los que todos vivimos y llevarlos a sus conclusiones lógicas. Por extraño que parezca, en los aspectos más importantes probablemente ya eres anarquista —simplemente no te has dado cuenta.

Empecemos con algunos ejemplos de la vida cotidiana.

Si hay una fila para subir a un autobús lleno, ¿esperas tu turno y te abstienes de abrirte paso a codazos entre los demás, incluso en ausencia de la policía?

Si respondiste “sí”, ¡entonces estás acostumbrado a actuar como un anarquista! El principio anarquista más básico es la auto-organización: la suposición de que los seres humanos no necesitan ser amenazados con un proceso judicial para poder llegar a entendimientos razonables entre sí, o para tratarse unos a otros con dignidad y respeto.

Todos creen que son capaces de comportarse razonablemente por sí mismos. Si piensan que las leyes y la policía son necesarias, es solo porque no creen que otras personas lo sean. Pero si lo piensas, ¿no sienten esas personas exactamente lo mismo sobre ti? Los anarquistas argumentan que casi todo comportamiento antisocial que nos hace pensar que es necesario tener ejércitos, policía, prisiones y gobiernos para controlar nuestras vidas, es en realidad causado por las desigualdades sistemáticas y la injusticia que esos ejércitos, policía, prisiones y gobiernos hacen posibles. Es todo un círculo vicioso; si la gente está acostumbrada a ser tratada como si sus opiniones no importaran, es probable que se vuelvan furiosos y cínicos, e incluso violentos —lo que, por supuesto, facilita que aquellos en el poder digan que sus opiniones no importan. Una vez que entienden que sus opiniones realmente importan tanto como las de cualquier otro, tienden a volverse notablemente comprensivos. Para resumir: los anarquistas creen que, en su mayor parte, es el poder en sí mismo y los efectos del poder, los que hacen que la gente sea estúpida e irresponsable.

¿Eres miembro de un club o equipo deportivo o de alguna otra organización de voluntarios donde las decisiones no son impuestas por un solo líder, sino que se toman con base en el consenso general?

Si respondes “sí”, ¡entonces perteneces a una organización que funciona bajo principios anarquistas! Otro principio anarquista básico es la asociación voluntaria; esto es simplemente una cuestión de aplicar principios democráticos a la vida diaria. La única diferencia es que los anarquistas creen que debería ser posible tener una sociedad en la que todo pudiera organizarse según estas líneas, con todos los grupos basados en el libre consentimiento de sus miembros y, por lo tanto, donde todos los estilos de organización jerárquicos y militares, tales como ejércitos o burocracias o grandes corporaciones, basados en cadenas de mando, ya no serían necesarios. Quizás no creas que eso sería posible. O quizás sí lo creas. Pero cada vez que llegas a un acuerdo por consenso, en lugar de por amenazas, cada vez que haces un arreglo voluntario con otra persona, llegas a un entendimiento o alcanzas un compromiso teniendo en cuenta la situación o necesidades particulares de la otra persona, estás siendo anarquista —aunque no te des cuenta.

El anarquismo es simplemente la forma como actúa la gente cuando es libre de hacer lo que elige, y cuando trata con otros que son igualmente libres —y, por lo tanto, conscientes de la responsabilidad hacia los demás que ello implica. Esto nos lleva a otro punto crucial: que mientras las personas pueden ser razonables y consideradas cuando tratan con iguales, la naturaleza humana es tal que no se puede confiar en que lo sean cuando se les da poder sobre otros. Dale a alguien tal poder, y casi invariablemente abusará de él de una u otra forma.

¿Crees que la mayoría de los políticos son cerdos egoístas y egocéntricos que realmente no se preocupan por el interés público? ¿Piensas que vivimos en un sistema económico que es estúpido e injusto?

Si respondes “sí”, entonces te adhieres a la crítica anarquista de la sociedad actual —al menos, en sus líneas más generales. Los anarquistas creen que el poder corrompe y que quienes pasan toda su vida buscando el poder son los últimos que deberían tenerlo. Los anarquistas creen que nuestro sistema económico actual es más propenso a recompensar a las personas por comportamientos egoístas e inescrupulosos, que por ser seres humanos decentes y solidarios. La mayoría de la gente piensa así; la única diferencia es que la mayoría de las personas no creen que se pueda hacer alguna cosa al respecto, o de todos modos, —y esto es en que los fieles servidores de los poderosos siempre insisten más— algo que no termine empeorando aún más las cosas.

Pero, ¿y si eso no fuera cierto?

¿Y hay realmente alguna razón para creerlo? Cuando realmente puedes ponerlas a prueba, la mayoría de las predicciones habituales sobre lo que sucedería sin estados o capitalismo resultan ser completamente falsas. Durante miles de años la gente vivió sin gobiernos. Hoy en día, en muchas partes del mundo la gente vive por fuera del control de los gobiernos; no todos se matan entre sí. En su mayoría, simplemente siguen con sus vidas como lo haría cualquier otra persona. Por supuesto, en una sociedad compleja, urbana y tecnológica todo esto sería más complicado, pero la tecnología también puede hacer que todos estos problemas sean mucho más fáciles de resolver. De hecho, ni siquiera hemos empezado a pensar en cómo podrían ser nuestras vidas si la tecnología se pusiera realmente al servicio de las necesidades humanas. ¿Cuántas horas necesitaríamos trabajar realmente para mantener una sociedad funcional —es decir, si nos deshiciéramos de todas los oficios inútiles o destructivos, tales como los de televendedores, abogados, guardias de prisión, analistas financieros, expertos en relaciones públicas, burócratas y políticos, y dirigiéramos nuestras mejores mentes científicas lejos de trabajar en armamento espacial o sistemas de mercado de valores, hacia la mecanización de tareas peligrosas o molestas como la minería del carbón o la limpieza del baño, y distribuyéramos el trabajo restante entre todos por igual? ¿Cinco horas al día? ¿Cuatro? ¿Tres? ¿Dos? Nadie lo sabe, porque nadie se está haciendo este tipo de preguntas. Los anarquistas piensan que estas son precisamente las preguntas que deberíamos estar haciendo.

¿Realmente crees en esas cosas que les dices a tus hijos (o que tus padres te dijeron)?

“No importa quién empezó”. “Dos errores no hacen un acierto”. “Limpia tu propio desorden”. “Haz a los demás…”. “No seas malo con otras personas solo porque son diferentes”. Tal vez deberíamos decidir si estamos mintiendo a nuestros hijos cuando les hablamos sobre lo bueno y lo malo, o si estamos dispuestos a tomar en serio nuestras propias instrucciones. Porque si llevas estos principios morales a sus conclusiones lógicas, llegas al anarquismo.

Toma el principio de que dos errores no hacen un acierto. Si lo tomaras en serio, eso solo derribaría casi todos los apoyos de la guerra y el sistema de justicia penal. Lo mismo ocurre con compartir: siempre estamos diciéndoles a los niños que tienen que aprender a compartir, a ser considerados con las necesidades de los demás, a ayudarse mutuamente; luego vamos al mundo real, donde suponemos que todos son naturalmente egoístas y competitivos. Pero un anarquista señalaría: de hecho, lo que les decimos a nuestros hijos es correcto. Prácticamente todo gran logro valioso en la historia humana, cada descubrimiento o realización que ha mejorado nuestras vidas, se ha basado en la cooperación y la ayuda mutua. Incluso ahora, la mayoría de nosotros gastamos más de nuestro dinero en nuestros amigos y familias que en nosotros mismos. Aunque es probable que siempre haya personas competitivas en el mundo, no hay razón por la que la sociedad tenga que basarse en fomentar tal comportamiento, y mucho menos en hacer que la gente compita por las necesidades básicas de la vida. Eso solo sirve a los intereses de las personas en el poder, que quieren que vivamos con temor unos de otros. Es por eso que los anarquistas abogan por una sociedad basada no solo en la libre asociación, sino en la ayuda mutua. El hecho es que la mayoría de los niños crecen creyendo en la moralidad anarquista, y luego gradualmente tienen que darse cuenta de que el mundo adulto no funciona realmente de esa manera. Es por eso que tantos se vuelven rebeldes o alienados, e incluso suicidas, como adolescentes y, finalmente, resignados y amargados como adultos; su único consuelo es, a menudo, la capacidad de criar a sus propios hijos y pretender ante ellos que el mundo es justo. Pero ¿qué pasaría si realmente pudiéramos empezar a construir un mundo que estuviera al menos fundado en principios de justicia? ¿No sería ese el mayor regalo que uno le podría dar a sus hijos?

¿Crees que los seres humanos son fundamentalmente corruptos y malvados, o que ciertos tipos de personas (mujeres, personas de color, gente común que no es rica ni altamente educada) son especímenes inferiores, destinados a ser gobernados por los superiores?

Si respondes “sí”, bueno, parece que después de todo no eres anarquista. Pero si respondes “no”, entonces es probable que ya te adhieras al 90% de los principios anarquistas, y lo más probable es que estés viviendo tu vida en gran medida de acuerdo con ellos. Cada vez que tratas a otro ser humano con consideración y respeto, estás siendo anarquista. Cada vez que resuelves tus diferencias con otros llegando a un compromiso razonable, escuchando lo que todos tienen que decir, en lugar de dejar que una persona decida por todos los demás, estás siendo anarquista. Cada que tienes la oportunidad de forzar a alguien a hacer algo, pero decides más bien apelar a su sentido de la razón o la justicia, estás siendo anarquista. Lo mismo ocurre cada vez que compartes algo con un amigo, o decides quién va a lavar los platos, o haces cualquier cosa con un ojo puesto en la justicia.

Ahora, podrías objetar que todo esto está muy bien como una forma de lograr que pequeños grupos de personas se lleven bien entre sí, pero que administrar una ciudad o un país es un asunto completamente diferente; y por supuesto hay algo de cierto en esto. Incluso si descentralizas la sociedad y pones tanto poder como sea posible en manos de pequeñas comunidades, todavía habrá muchas cosas que necesitarán ser coordinadas, desde operar ferrocarriles hasta decidir direcciones para la investigación médica. Pero el hecho de que algo sea complicado no significa que no haya forma de hacerlo democráticamente. Simplemente sería complicado. De hecho, los anarquistas tienen todo tipo de diferentes ideas y visiones sobre cómo podría gestionarse una sociedad compleja. Sin embargo, explicarlas iría mucho más allá del alcance de un pequeño texto introductorio como este. Baste decir, en primer lugar, que mucha gente ha dedicado mucho tiempo a desarrollar modelos de cómo podría funcionar una sociedad realmente democrática y saludable; pero segundo, e igual de importante, ningún anarquista afirma tener un plan perfecto; lo último que queremos es imponer de todos modos a la sociedad modelos prefabricados. La verdad es que probablemente ni siquiera podemos imaginar la mitad de los problemas que surgirán cuando intentemos crear una sociedad democrática; aun así, confiamos en que, siendo el ingenio humano lo que es, tales problemas siempre podrán resolverse, siempre y cuando sea en el espíritu de nuestros principios básicos —que son, en el análisis final, simplemente los principios de la decencia humana fundamental.

Leave a Reply