La humanidad enfrenta la perspectiva de un futuro inimaginablemente sombrío y necesitamos con urgencia levantarnos y gritar “¡no!” No podemos permitir que nosotros mismos, y las generaciones venideras, seamos violentamente forzados a vivir en una miserable esclavitud, privados de nuestra libertad e individualidad, aislados unos de otros, controlados y explotados en cada minuto de nuestras serviles existencias por una élite tecnocrática muy poderosa.


¿Pero cómo podemos resistir? Las palabras están muy bien, pero en verdad ¿qué vamos a hacer para liberarnos de este peligro sin precedentes?


Por supuesto, es útil, juntarnos en las calles en gran número para expresar nuestro inconformismo, ya que esto indica a los demás que no están solos, que la resistencia existe más allá del consenso cuidadosamente fabricado por el sistema.


Pero estos eventos requieren de un impulso constante, debe mantenerse la sensación de que conducen a alguna parte rápidamente, y los difamadores, detractores, falsificadores, infiltrados y burlones del lado del sistema harán todo lo posible para detenerlos.


Así que necesitamos hacer algo más que protestar. Podemos actuar de manera independiente y sin previo aviso con grupos de amigos. Los carteles, adhesivos, panfletos, pancartas y grafitis permiten una comunicación directa con otras personas y crean una atmósfera de revuelta urgente.


Los individuos pueden resistir, incluso, negándose a cumplir con las últimas restricciones draconianas, dando un vistazo desafiante a las autoridades y ayudando a impulsar sus capacidades de aplicación hasta el punto de quiebre.


Conforme se incrementa la represión y se elimina el derecho a discrepar, la gente se verá inevitablemente forzada a sabotear las infraestructuras del sistema como única forma de luchar.


En todos los aspectos, nuestra resistencia tiene que ser más fuerte que cualquier cosa que hayamos experimentado antes en nuestras vidas.


No puede ser alimentada simplemente por la opinión y la lealtad política y no puede expresarse simplemente en forma de protesta simbólica ocasional o argumento abstracto.


Es necesario que surja de lo más profundo de nosotros mismos.


Tenemos que dar voz a nuestra necesidad primordial de vivir, respirar y sonreír, de hablar, gritar y cantar, de tocar, abrazar y besar.


Debemos permitir que nuestro instinto humano innato nos guíe. Tenemos que dejar de preocuparnos por las consecuencias de alzar la voz y luchar, tenemos que hacer lo que sentimos que es correcto.


Tenemos que aprovechar las energías de solidaridad, pertenencia y unión que siempre han desempeñado un gran papel en la sociedad humana, pero que están siendo destruidas de manera intencionada por quienes desean controlarnos.


Carl Jung consideraba que nuestro inconsciente colectivo era una fuerza latente que podía surgir y salvar a la humanidad en el momento de mayor necesidad. ¡Pero esa fuerza sólo se materializa cuando es canalizada y expresada por seres humanos reales!


Tenemos que quitarnos las cadenas de convencionalismo y falsa “racionalidad” con las que hemos estado atados toda la vida y permitir que esta energía colectiva inunde nuestra sangre, nuestros miembros y nuestra mente.
Tenemos que convertirnos en héroes y heroínas de nuestros mitos y leyendas, en los hombres y mujeres valientes que se enfrentan a su destino y lo arriesgan todo por el bien común.


Alimentados por esta fuerza atemporal, descubriremos de repente que somos mil veces más poderosos de lo que nunca imaginamos.