Cuando se le preguntó qué pensaba a Mohandas Gandhhi sobre la civilización occidental él respondió: “Creo que podría ser una buena idea.”

Generalmente se piensa que la civilización occidental es conformada solo por Europa y el Imperio Británico, esto es una falacia que los historiadores y otras personas de conocimiento han perpetuado por muchas generaciones.

Alguna vez existió una civilización próspera, existe evidencia de un sistema comercial marítimo que transportó bienes desde todas partes del mundo. También, abunda evidencia sobre técnicas de construcción que crearon estructuras casi imposibles de replicar, incluso con tecnología del siglo XXI. Sin embargo, los restos de esta civilización Europea temprana, son ahora ruinas que se han dejado en atrás. ¿Qué pasó? ¿Por qué se desapareció completamente y por qué los europeos no mantuvieron nada de ese conocimiento?

Invasores del Suroeste de Asia (Asia Menor y el Medio Oriente) lo erradicaron minuciosa y metodológicamente, y remplazaron dicha cultura con sus propias formas: una civilización altamente autoritaria y patriarcal basada en saqueo, violaciones y matanzas.

Por siglos, la Iglesia Católica Romana persiguió eruditos. Libros no escritos por manos de clérigos de su confianza eran prohibidos. La Quema de libros eran espectáculos comunes, y cualquier persona con conocimientos curativos, educados, quienes no se autocensuraban, o los que no se ponían al servicio de las autoridades patriarcales eran quemados vivos o torturados hasta la muerte, y sus cuerpos eran exhibidos al público para aterrorizarlos y someterlos a su obediencia.

Este es el génesis de lo que hoy es llamado la “Civilización” occidental, la cual ha producido una sociedad que; sopesa la crueldad de la compasión, que da preferencia a la desalmada y brutal servidumbre de las instituciones, al conocimiento y la armonía con el mundo y su existencia tal cual es.

El saqueo, la violación y las matanzas son recompensadas con riqueza y poder. Imbéciles aduladores son ascendidos a posiciones de liderazgo. Los eruditos tenían la tarea de desarrollar tecnologías y técnicas de control, pero al mismo tiempo, de destruir cualquier cosa que tuviera un valor permanente para la vida en este planeta o para acabar con cualquier persona se interpusiera en su camino.

El Capitalismo Industrial como la actual encarnación del occidentalismo representa una severa amenaza sin precedentes para la salud, y el bien estar de la vida en el planeta en general y la especie humana en particular.

La base misma de este sistema es la necesidad permanente del llamado “crecimiento económico”, lo cual implica teóricamente un aumento interminable en la explotación de las personas y de la naturaleza, lo cual lógicamente solo puede terminar en un desastre.

Este sistema se justifica y se defiende a sí mismo mediante una red de constructos sociales, como “la propiedad”, la “ley” y la “patria”, los cuales, actualmente no son cuestionados ni siquiera por los críticos de más duros del capitalismo y su opulencia.

La aceptación generalizada de estos constructos sociales sirven como camuflaje y legitimación de la violencia utilizada por el sistema para imponer su control. Por lo tanto, contribuye a la criminalización de cualquier resistencia contra esta violencia represiva.

En la revolución mexicana de principios del siglo XX, los Zapatistas tenían una consigna: “Es mejor morir de pie que morir de rodillas.”

En Occidente, la actitud generalizada es actualmente de ignorancia, miedo y un privilegio negligente, en donde el sufrimiento provocado por las instituciones occidentales a miles de kilómetros en tierras lejanas, no es concerniente para quienes lo causan a través de deseo insaciable de bienes de consumo baratos.

Son pocos los afortunados en ser conscientes de que esto pasa, pero a la mayoría ni siquiera les preocuparía en caso de tener dicha información. Si se supiera que la tecnología inalámbrica está causando genocidios en África Central, la mayoría de los consumidores occidentales probablemente respondería; “Mi iphone me encanta.” O su consola de videojuegos, o su refrigerador con conexión a internet.

Los consumidores occidentales han decidido que las cosas son así de facto. Que es preferible vivir en la ignorancia y en servidumbre a las corporaciones, a los estados policiacos y militares, que hacer campañas para detener genocidios que suceden más allá su propio campo de visión. Los productos del privilegio creados mediante este proceso de asimilación son sumamente preciados para ellos, pero no las vidas humanas, o la vida de nuestro propio planeta.

Si la sociedad producida en Europa a través de siglos de sangrienta violencia y que desencadenaría en la devastación del planeta entero puede ser pensado como una “civilización,” solo un ser humano inteligente puede concluir que dicha civilización es algo que debería ser arrancado de raíz para nunca volver a ser sembrado.

Si esto no pasa, y pronto, nuestro planeta será inhabitable y la vida tal cual la conocemos no será posible. Lo nuevo se tornará en tóxico, en tierras baldías como las que Occidente ha creado en todas partes. Y no es probable que dicha forma de vida sea compatible con las formas de vida que han predominado durante millones de años en el pasado.

Aceptar la noción de que la dominación del mundo por Occidente es el resultado de un “Progreso” histórico es legitimar el genocidio contra los pueblos indígenas.

Es racista referirse a al proceso que lleva más de 500 años de continuo exterminio como “Progreso,” dado que la supremacía blanca es su base fundamental. La aceptación de esta ideología descarta la noción de que los seres humanos pertenecemos a la Tierra, y que debemos vivir aquí en armonía y respetando la abundancia disponible en los lugares donde residimos. Para esto, la vida y los aspectos dadores de vida de la tierra, no deben de ser sobre explotados o destruidos en el proceso de extracción de recursos.

Esto es más evidente con el hecho de que cada nación-estado donde los pueblos indígenas siguen manteniendo sus tradiciones y conocimiento del cómo vivir en armonía con la Tierra y la abundancia que ella nos proporciona. Los pueblos indígenas siguen siendo exterminados – hasta estos días. A pesar de la existencia de muchas leyes internacionales diseñadas para “protegerlos” de la violencia colonialista y para proteger la Tierra.

Para vivir dentro de la abundancia que la Tierra tiene para ofrecer, y no joderla tanto que las futuras generaciones no puedan heredarla, se necesita algo en lo que Occidente no tienen el más mínimo interés: sabiduría.

La idea de que la humanidad viva en completa armonía con la naturaleza, en comunidades de ayuda mutua y cooperación, no solo un sueño en inactivo pero sí una realidad palpable (una posibilidad que ha sido alcanzada numerosas veces alrededor del mundo, por personas que se consideran parte de los lugares donde habitan).

La supervivencia del sistema capitalista industrial depende de una compleja red de personas que normalizan y facilitan la adaptación a sus insalubres estructuras de dominación y explotación a través de actitudes de inconsciencia constante; ejemplos de estas actitudes son el sexismo, el racismo, el nacionalismo y la división de seres humanos en las llamadas clases sociales.

Teniendo esto claro, es obvio que ninguna reforma del sistema que deje intacta su base subyacente, constructos y actitudes del sistema capitalista industrial, podrá alcanzar la liberación que deseamos. Una destrucción completa o un desmantelamiento de todo el sistema capitalista industrial son por lo tanto necesario.

Debido a que ningún sistema de privilegio y poder se destruye o se desmantela a si mismo voluntariamente, un grado de confrontación se verá envuelto inevitablemente en su desintegración.

Es importante recordar, sin embargo, que esta confrontación no es el fin en sí mismo, sino simplemente un medio para alcanzar un fin

También es importante recordar que nuestro deseo por la destrucción del actual sistema no es una motivación nihilista, pero sí un naciente anhelo por alcanzar otra forma de vida.

Esta posible forma de vida se nos ha sido negada, no solo por la violencia física del sistema que nos ha desarraigado del suelo, encarcelado y aislado en su maquinaria de explotación, sino también mediante una violencia psicológica.

Esta violencia psicológica implica la destrucción de la dignidad humana y de la libertad a través de procesos de disgregación y desempoderamiento.

Los seres humanos son enseñados que no son parte del mundo natural, y que eso es algo a lo que hay que tenerle miedo, algo a lo que hay que dominar y explotar. A los individuos se les enseña, además, que están separados del resto de los individuos y que no hay tal cosa como una comunidad, y que entonces, las sociedades de ayuda y cooperación mutua son imposibles.

El desempoderamiento es amplificado por los usos de constructos de autoridad, ya sea en forma de un dios, un rey, un estado o una idea alcanzable de bienes para todos. Las personas adoctrinadas creen que sus vidas dependen de su obediencia a estos ideales autoritarios, que las autoridades se preocupan honestamente por los intereses de todos y que cualquiera que desafíe la legitimidad de estos ideales, es por lo tanto, una amenaza para todos y no las autoridades en sí mismas.

El primer paso para superar el poder de estos sistemas es revertir el desempoderamiento y la separación que deshabilita cualquier resistencia significativa.

La sensación de pertenecer a una comunidad, a la naturaleza, al cosmos fue por muchos cientos de años la base de la psicología humana y que, aún sobrevive fuera de los confines de concreto del moderno dogma industrial.

En la busqueda de una base sólida de resistencia ante el capitalismo industrial, podemos ver las culturas indígenas como fuente de inspiración, así como corrientes de herejes y de metafísicos que han mantenido el flujo esta visión alternativa bajo la superficie de la sociedad Occidental, comoel Eco-feminismo y las auténticas filosofías verdes, y el romanticismo anticapitalista.

El corazón de todas estas tradiciones es el rechazo a divinidades externas o autoridades a favor de un autoempoderamiento, el cual comienza dentro de cada individuo que abraza a su ser holístico y se reconoce como perteneciente a un organismo social, planetario y universal.

Este verdadero empoderamiento y la conexión combinan perfectamente con un rechazo radical de todos los constructos del poder mencionados previamente – desde las mentiras de la “ley” y el “estado” hasta los grilletes impuestos por el patriarcado y el racismo.

Lo anterior fortalecería nuestra capacidad colectiva para llevar a cabo una batalla en contra del sistema y sus infraestructuras físicas y psicológicas.

Además, le damos la bienvenida a las iniciativas prácticas que rechacen la continuidad de la existencia del tóxico sistema capitalista industrial y estamos a favor de desarrollar comunidades autónomas más cercanas a la tierra y que utilizan conocimiento práctico como la permacultura o la vida simple.

Nuestra subsecuente resistencia contra los inevitables intentos del sistema para traerlos devuelta bajo su control, se basaría firmemente en la defensa de otra forma de vida, en la defensa del espacio real y de la tierra real, más que en un enfrentamiento meramente simbólico.

La justicia estaría claramente de nuestro lada y la resonancia de nuestra lucha atraería a un número cada vez mayor de personas. Si ellos, a su vez, lanzaran proyectos similares o con el mismo sentido subyacente sobre el empoderamiento, el sistema no podría hacer frente a las fallas de su supremacía comenzarían a extenderse.


No es importante que todos aquellos en Resistencia activa a la dominación de Occidente y su civilización de destrucción masiva estén de acuerdo con sus críticas, en su aproximación a la destrucción del poder que las instituciones Occidentales tienen sobre nuestras vidas, o en sus objetivos finales.

Lo que es importante es que la resistencia desmantele el sistema de opresión y dominación que se utiliza para mantenernos en servidumbre a ellos.

No tenemos bolas de cristal o alguna otra herramienta o método para prever el futuro, pero sí sabemos que tácticas o métodos funcionarán mejor en qué lugares. Por lo tanto, una multitud de aproximaciones produjeran una multitud de resultados, algunas más efectivas y otras menos. La aspecto importante es que la resistencia está en lo que hacemos de nuestras vidas, más que replicar la dominación de nosotros y nuestro mundo a través de nuestras actividades diarias: actividades diarias que están ahí para mantenernos dentro de los parámetros establecidos por las instituciones opresoras de los ricos y poderosos.

Habrá bastas campañas de propaganda de la elite privilegiada. Ellos son dueños de los medios de comunicación. Ellos están sobre representados en las redes sociales. Nuestras familias, amigos, parejas, vecinos tomaran regularmente el camino que representa una menor resistencia para poder vivir cómodamente dentro de los patrones establecidos por el sistema de riqueza y privilegio de los poderes en turno. Para poder resistir esto, debemos crear una cultura de resistencia.

Una cultura de resistencia incluiría banquetes, bailes y celebraciones, también campañas permanentes de contra propaganda y ataques constates contra las instituciones de privilegio, poder y riqueza.

Estableciendo una cultura basada en valores en conflicto directo con aquellos valores de Occidente, tomarán tiempo y necesitaran ser creados bajo el agua y al mismo tiempo sobre ella a simple vista. Las fuerzas guerrilleras en movimientos sociales del pasado fueron invisibles para las fuerzas federales o coloniales que luchaban contra ellos. En muchos ejemplos, les tomó décadas darse cuenta de que las guerrillas estaban en todos lados y tan cerca de todos.

La mayoría de las estructuras necesarias para crear un movimiento tal en Occidente ya están en su lugar, pero se necesita ir más allá, algo más radical, algo orientado más hacia la acción directa.

Una cultura de compartir debería ser el común denominador de todos los movimientos de resistencia. Las personas hambrientas no tienen la fuerza para luchar.

Debemos realizar un gran esfuerzo para poder ver por nuestro bien estar como camaradas. Pocas personas quieren ser mártires o vivir una vida en auto negación religiosa. Para alentar a las personas a superar su arraigada alienación entre sí y ante el mundo que habitamos, necesitamos abrazarnos unos a otros con una recién encontrada y re novada pasión. Debemos deleitarnos con el placer de los demás y consolar a aquellos que están afligidos.

El daño psicológico y emocional hecho a la mayoría de nosotros por las instituciones de poder y dominación debe ser sanado. Muchos métodos de sanación serán requeridos, y una cantidad de pacientes también.

La Tierra no ha sido dañada al punto de no poder repararla. Podemos ayudarla a sanar también. Los humanos son seres adaptables y listos. Colectivamente, podemos alcanzar cualquier tarea que nos asignemos a nosotros mismos.

Podría tomar varias generaciones para que superemos al actual sistema de privilegio, poder y dominación que nos flagela y destruye al mismo tiempo al mundo que habitamos. Mil años pasaron para que el sistema de opresión se desarrollara y expandiera a lo largo del mundo como un cáncer maligno.

Podemos actuar para remover quirúrgicamente el cáncer y desarrollar estilos de vida más saludables para asegurarnos las cosas no se repitan de la misma forma.

No hay razón para pensar que esto no ha pasado antes en la larga historia del ser humano. Algunos pueblos indígenas conservan historias de tiempos como esos dentro de su tradición oral. Deberíamos escucharlos.

No hay nada que se pueda ganar de continuar con dedicar nuestras vidas a obtener dinero mediante la servidumbre al poder y la riqueza.

La Tierra sobrevivirá y la vida continuará evolucionando, con o sin nosotros. Nuestra madre tierra tiene la voluntad de acurrucarnos, y enseñarnos a todos lo que necesitamos saber para vivir aquí con amor y respeto por la vida que nos provee.

Está en nosotros retribuir su guía y ser recíprocos a su amor.

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