Publicado el 12 de diciembre de 2017 por roble de invierno

El anarquismo es una filosofía que durante años ha sido seriamente malinterpretada debido en gran parte al esfuerzo de sus enemigos. Pero hoy en día la situación parece ser peor que nunca, ya que incluso aquellos que se llaman a sí mismos anarquistas a veces carecen de una comprensión clara de lo que esto significa. A veces aceptan la versión de historieta que del anarquismo nos presentan los principales medios de comunicación contribuyendo así a perpetuar esa parodia. A veces debilitan todo el sentido del anarquismo al tratar de mezclarlo con una filosofía política con la que es absolutamente incompatible como el capitalismo, el liberalismo, el posmodernismo, el marxismo, el nacionalismo o la política de la identidad “racial”.

Entendemos que el anarquismo real es una visión no empañada por la confusión de otras ideas e influencias, un punto de vista fuerte y coherente construido sobre la piedra angular de la filosofía anarquista. El anarquismo como movimiento político está condenado a desintegrarse y a desaparecer si no se reconecta con las raíces de su propia visión del mundo.

Anarquía viene de los términos griegos arkh, que significa “gobernante” y an- que significa “sin”: significando por tanto, una sociedad sin gobernantes. Un anarquista es alguien que piensa que deberíamos vivir sin gobernantes e intenta que la sociedad vaya en esa dirección. Note que un anarquista no sólo piensa que podríamos vivir sin gobernantes en determinadas circunstancias y si se dan ciertas condiciones, sino que piensa que es preferible vivir sin gobernantes.

La pregunta obvia que nos hacemos es ¿porqué los anarquistas piensan que sería mejor vivir en una sociedad sin gobernantes, sin gobierno? Al fin y al cabo la mayoría de nosotros hemos sido educados en la creencia de que el Estado, el imperio de la ley y demás, son indispensables para nuestro bienestar y protección. Puede haber discusiones sobre que tanto poder debe tener el Estado, o cómo debe utilizar ese poder, pero en general, no existe ninguna duda sobre la necesidad de algún tipo de autoridad responsable de nuestra sociedad. El pensamiento de la gente es que sin un gobierno la sociedad humana se desmoronaría en el caos con todo el mundo pisoteándose entre sí en un escenario brutal de “perro-come-perro”. La palabra “anarquía” es utilizada con frecuencia de esta manera por los no anarquistas. Hablan del temor a que podamos “descender a la anarquía”.

Desde esta óptica el pensamiento anarquista no tiene ningún sentido. Una conclusión común es que los anarquistas deben ser muy ingenuos para creer que se puede eliminar la autoridad sin consecuencias nefastas. Otro punto de vista es que los anarquistas deben ser personas de mentalidad destructiva y violenta que desean deliberadamente que la sociedad se sumerja en una condición de caos. Los enemigos del anarquismo en particular en los medios de comunicación utilizan estas dos descripciones de forma intercambiable según las necesidades del momento. Un día los anarquistas son un grupo de idealistas de mente débil totalmente desvinculados del “mundo real” que se aferran tontamente a una fantasía infantil de sociedad sin Estado. Al día siguiente son una siniestra y violenta banda de sociópatas que conspiran en la clandestinidad para sembrar el caos y destruir todo lo bueno de la sociedad.

Detrás de todo este malentendido y tergiversación con respecto a la posición anarquista se encuentra la importante cuestión de cómo concebimos la naturaleza humana. Si cree que los humanos son por naturaleza egoístas, codiciosos y violentos, entonces aducirá que es necesaria la estructura de un estado para controlarlos. Si cree que no existe tal naturaleza humana y que somos completamente moldeados por el entorno en el que crecemos, entonces estará dispuesto a garantizar que se proporcione el entorno correcto y quizás crea que se debe buscar algún tipo de Estado para garantizarlo.

¿Pero qué pasa si los seres humanos tienen una tendencia natural a la cooperación en lugar de a la competencia, a la ayuda mutua en lugar del robo? Este es el punto de vista más famoso explicado por el anarquista ruso Peter Kropotkin en su obra maestra de 1902 “Mutual Aid (Ayuda Mutua)”. Desde este punto de vista usted no cree que sea necesario un Estado para mantener la sociedad unida, ya que esto es algo que ocurre de forma natural desde dentro, debido a esta tendencia a la cooperación.

Esta diferencia entre las posturas estatista y anarquista es importante. Es el punto en el que el anarquismo difiere de las otras filosofías políticas. Por lo tanto, es crucial entender por qué Kropotkin y otros anarquistas tienen esta visión particular de la naturaleza humana. Kropotkin dejó muy claro en “Mutual Aid” y de otras maneras que no es sólo la naturaleza humana lo que está describiendo. Todos los animales muestran la misma tendencia a cooperar simplemente porque tiene sentido. Así es como las especies incluidos los seres humanos, sobreviven y prosperan, trabajando juntos y velando por los intereses de los demás. El autor aclara que sólo se trata de una tendencia que está describiendo. Hay muchos casos de competencia en la naturaleza, así como en la sociedad humana. Los anarquistas no sugieren que en una sociedad anarquista nunca se presente ningún conflicto entre individuos o grupos. Pero el patrón general continúa siendo el de la cooperación.

Esta tendencia natural y potencial a la cooperación y a la ayuda mutua está basada en nuestra pertenencia al mundo natural donde la cooperación permanece intacta como regla general de vida. Es una continuación de la naturaleza dentro de la humanidad, la extensión de la estructura orgánica de la naturaleza al dominio de los asuntos humanos. Una sociedad humana sin Estado puede mantenerse unida porque es para eso que ha evolucionado antes de que las jerarquías de la era moderna deformaran nuestra manera de vivir.

El llamado pensamiento anarquista de las últimas décadas se ha visto excesivamente influenciado por otras ideas filosóficas que no comparten sus raíces. En algunos círculos está de moda rechazar la idea de “naturaleza” especialmente en relación con los seres humanos. Se cree de manera equivocada que se trata de una especie de restricción aplicada a los individuos desde el exterior en un intento de hacer que se ajusten a un modelo ajeno. Así mismo ha influido el mal uso que la derecha hace de las palabras “natural” y “antinatural” para describir comportamientos o formas de ser que son considerados aceptables o inaceptables por ciertos grupos. Esto no tiene nada que ver con la naturaleza actual que es sencillamente el mundo vivo del que somos parte.

La naturaleza está en el corazón del verdadero pensamiento anarquista. La idea de un estado natural de libertad que nos han robado los estados, las iglesias y otras formas de dominación sustenta toda la tradición anarquista. Una y otra vez los anarquistas se refieren a la eliminación de las restricciones del Estado para poder organizarnos en sociedades cooperativas en las que tendremos el potencial de florecer.

Hoy en día para la mayoría de la gente la existencia de un Estado es algo necesario para el bienestar de toda la humanidad. Pero, ¿qué significa el Estado para los anarquistas? Si la sociedad humana funciona naturalmente bien por sí misma y luego llega algo que interfiere con ese funcionamiento natural, entonces eso es un problema. Sí, el Estado es innecesario, pero es aún peor que eso, nos impide vivir como deberíamos. El Estado es una amenaza positiva para el bienestar humano.

A veces el anarquismo es comparado con la antigua filosofía china del taoísmo. El taoísmo afirma que el flujo natural del mundo puede ser interrumpido y bloqueado por cualquier intento de controlarlo incluso los bien intencionados.

Para los que ven la anarquía como una condición natural y deseable de la humanidad, todo tipo de autoridad es considerada indeseable y antinatural. Esta es la esencia de la postura anarquista. Mientras que los que están en el poder consideran que los anarquistas quieren poner su mundo patas arriba, los anarquistas creen que el mundo ya está patas arriba y desean volver a ponerlo en su sitio como debe ser.

Desde el punto de vista anarquista (desde el camino correcto), todas las estructuras de nuestra sociedad actual adquieren una apariencia diferente. Se revelan como formas de mantenernos esclavizados y de ocultarnos nuestra verdadera situación. He aquí algunos ejemplos.

El Estado. Los anarquistas consideran que el Estado es una imposición atroz. Algunas personas poderosas se declaran con algún tipo de derecho a la autoridad, le dicen al pueblo que necesitan esa autoridad y los obligan a obedecerlos. Esto es inaceptable.

La propiedad. Los poderosos que dirigen el Estado también pretenden “poseer” partes de la superficie de la Tierra y excluir a los demás de esas zonas.

La ley. Esta es la forma en que se justifica, se disfraza y se impone todo el robo y la dominación. La ley sustituye el principio de lo “correcto” e “incorrecto” por definiciones estrechas de lo que es “legal” e “ilegal” que se ajustan a los intereses de quienes dirigen el Estado, poseen la riqueza y escriben las leyes.

La policía. Es el medio físico con el que los poderosos que dirigen el Estado imponen violentamente la obediencia a su sistema.

Lanación“. El concepto de “nación” es falso y ha sido concebido para dar legitimidad a la existencia de estados que controlan determinados territorios. Evidentemente hay identidades culturales y lingüísticas en todo el mundo que deben ser defendidas del imperialismo y la centralización estatista, pero los anarquistas rechazan cualquier idea de que estas identidades sean fijas o que los seres humanos puedan ser delimitados por etiquetas raciales o nacionales.

La “Democracia”. Para ocultar la realidad que se esconde tras el robo y dominación, los poderosos que están detrás del Estado han construido una elaborada fachada de la llamada “democracia” para persuadir a la mayoría desposeída de que de hecho, tienen voz y voto en el funcionamiento de la sociedad. La ilusión de la “democracia” es útil para evitar una represión violenta constante de la población.

El principal objetivo de los poderosos que están detrás del Estado siempre ha sido incrementar su riqueza y poder a costa de todos los demás. Disimulan este objetivo describiéndolo como “progreso”, “desarrollo” o “crecimiento económico”.

Para incrementar su riqueza la clase dirigente ha robado al resto de la humanidad la capacidad de vivir libremente de los frutos naturales de la tierra y nos hemos vistos atrapados en un complejo sistema de esclavitud que se basa en el dinero. La idea fundamental es que o se convierte en esclavo de su sistema o se muere de hambre. Para favorecer la sumisión voluntaria, se nos ha instruido en la idea de que cualquier tipo de empleo remunerado tiene un valor positivo, sea cual sea el trabajo. La acumulación de dinero y posesiones también se presenta como algo loable en sí mismo y confiere un estatus social.

El incremento de riqueza de la clase dominante – ó “crecimiento económico” como ellos lo llaman – se nos presenta como una prioridad incuestionable que justifica una explotación interminable y cada vez mayor de la vida en todas sus formas: humana, animal y de nuestro entorno natural.

Los anarquistas rechazan esta teoría y todo lo que la acompaña. Tenemos nuestro propio conjunto de valores que no tienen relación con los “valores” falsos e interesados del mundo del dinero.

La ética es parte importante de la visión anarquista. Ya existe una dimensión ética en la idea básica de un modo de vida cooperativo que se basa en la ayuda mutua. Pero los verdaderos anarquistas van más allá al observar un sentido de valores que naturalmente va de la mano con la idea de una sociedad anarquista autónoma y orgánica. Estos valores ofrecen una estructura ética para esta sociedad; son el tejido que la hace posible y la mantiene unida a nivel físico. Este concepto básico ha sido difundido por muchas culturas en la historia de la humanidad. Es el Tao chino, es la idea india del dharma u orden cósmico o el sumak kawsay indígena sudamericano o “manera correcta de vivir”.

Este dharma anarquista es la clave de la superioridad de la sociedad anarquista. Los humanos poseen una tendencia natural a cooperar para la supervivencia y el bienestar y a guiarse por ciertos valores que ayudan a construir sociedades armoniosas y sostenibles. El respeto a los demás, el respeto a las otras criaturas, a los árboles, a las plantas y a los ríos. Estos valores son comunes entre nosotros pero no se les permite aflorar y guiar la dirección de nuestra sociedad debido a todas las falsas estructuras que nos son impuestas.

Liberar a la humanidad del yugo del control estatal y de la esclavitud también nos liberaría para vivir según los valores que nos resultan naturales en lugar de tener que obedecer las leyes que nos impone la minoría esclavista.

Las personas que se acercan por primera vez a las ideas anarquistas suelen malinterpretar el papel del individuo en esta filosofía. El énfasis en la libertad individual lleva a algunas personas a imaginar que el anarquismo es algo más que una forma extrema de individualismo, un simple libertarismo que teóricamente podría ir unido al liberalismo o al capitalismo. Sin embargo, esta interpretación deja de lado el fuerte aspecto social del anarquismo, su énfasis en nuestra inclinación natural hacia la cooperación y la ayuda mutua.

El anarquismo desecha la idea de la existencia de un choque de intereses entre el individuo y la comunidad que debe resolverse con algún contrato social o compromiso. En cambio, entiende que el sentido de pertenencia del individuo a una comunidad más amplia es natural si se le permite florecer. No es necesario que un Estado (ya sea capitalista o comunista) nos imponga artificialmente esa pertenencia y lealtad; de hecho, al hacerlo podría destruir la afinidad con la sociedad en general.

Dado que los anarquistas afirman que la humanidad tiene una tendencia natural a la cooperación, confiamos en que las personas se organicen por sí mismas en lugar de obligarlas a comportarse de la manera que nosotros consideremos oportuna mediante leyes, policía, etc. Para los anarquistas la idea de una libertad total para todos los individuos no es algo que deba causar temor porque reconocemos que a la larga los individuos actuarán en beneficio de las comunidades de las que forman parte. Para la minoría que utiliza la estructura del sistema actual para explotar y despojar a la mayoría, la libertad total sí es algo que deben temer como una amenaza a su propio estatus privilegiado.

Para los anarquistas la libertad del individuo es necesaria para la libertad de la comunidad. Una sociedad no es libre si sus miembros no lo son. Un individuo no es libre si no puede actuar según su propia conciencia y valores. Esos valores se encuentran en lo más profundo de cada uno de nosotros. Pero como cada uno de nosotros forma parte de la especie humana, son valores humanos compartidos. Cuando buscamos en nuestros corazones lo que está bien y lo que está mal, lo justo y lo injusto, estamos buscando en la cultura colectiva, en el pensamiento colectivo de la humanidad.

Y dentro de esa cultura humana colectiva está la idea del dharma, o Tao, o armonía natural, el sentido de lo correcto por el que la sociedad humana puede guiarse. Teniendo en cuenta que ese sentido de lo correcto ha sido oscurecido por todas las falsas representaciones de la sociedad contemporánea, el papel de los anarquistas es devolverlo a un primer plano.

Debido a que los anarquistas exigen la completa libertad de todos los individuos, también reconocemos una completa igualdad de valor en todos. Las etiquetas que la sociedad actual asigna a las personas denotando su estatus social o “nacional” o “racial”, no tienen ningún significado para los anarquistas que sólo ven a los seres humanos con derecho a definirse a sí mismos como les parezca y a ser tratados con respeto por los demás.

Sabemos que muchos en la sociedad actual están sujetos a opresión y discriminación en maneras que no siempre son vistas o consideradas como relevantes por aquellos que no pasan por las mismas experiencias. Y sabemos que es importante ser siempre conscientes de ello. Sin embargo, los anarquistas no nos definimos en términos de nuestra opresión, ni aceptamos el papel de víctimas. Preferimos luchar enfocándonos no en las diferencias sino en lo que todos tenemos en común.

El anarquismo no es un dogma estrecho y surge de distintas maneras. A veces puede incluir luchas que pueden no ser anarquistas pero que son enteramente compatibles con el anarquismo. El antifascismo es un buen ejemplo de ello. No todo el antifascismo es anarquista, pero todo el anarquismo es antifascista, ya que el fascismo es totalmente incompatible con el anarquismo. Del mismo modo, aunque la lucha de clases no tiene por qué ser específicamente anarquista, es una parte muy importante de la lucha anarquista concretamente la lucha por abolir todo el sistema económico en el que los seres humanos se clasifican en “clases”.

Está de moda descartar cualquier idea de revolución por considerarla ingenua. Se argumenta que es imposible o que solo llevará a nuevas formas de opresión. Pero para los anarquistas la verdadera ingenuidad está en creer que el cambio real puede producirse sin revolución. No se trata de una revolución en el sentido estatal-comunista de una transferencia de poder a una nueva élite gobernante. El anarquismo tiene como objetivo la destrucción permanente del Estado y de todas las capas de autoridad que utiliza para esclavizarnos.

Aunque no hay que olfatear las ganancias sociales a corto plazo, siempre hay que verlas como lo que son. Sin la destrucción de todas las estructuras del sistema actual (la ley, el trabajo, el patriarcado, las fronteras, etc.) la estructura de esclavitud se mantendrá intacta y con el tiempo reafirmará el control. Los anarquistas verdaderos se niegan a abandonar el llamado a la revolución porque sabemos que es nuestra única esperanza. Además el mito de la revolución, el sueño de la destrucción completa del sistema actual es algo que puede estimular la acción, capturar la imaginación de la gente y crear poderosas energías. Algo que es seguro es que nada cambiará si todos renunciamos a creer que el cambio es posible.

La visión anarquista del individuo vuelve a entrar en juego cuando se plantea la cuestión de la revolución. Para nosotros la libertad del individuo siempre se asocia a la responsabilidad de utilizar esa libertad en beneficio de la comunidad. En tiempos de armonía social (es decir, de anarquía), esto supondría proteger el dharma de una comunidad feliz y estable. Pero en el tiempo actual, en el que el mundo está al revés, la responsabilidad es otra.

Según los anarquistas, los individuos deben encontrar en su interior la fuerza para luchar contra el sistema opresor de la manera que puedan. Se trata en parte de afirmar la propia individualidad a través de nuestro desacuerdo con el statu quo y nuestra adhesión a nuestros propios valores. Pero por supuesto, también nos movemos en beneficio de la comunidad en general -como lo demandan nuestros valores-. Cualquier anarquista que sea fiel a sí mismo no tiene otra opción que actuar.

Este coraje para derrotar la injusticia, la dominación y la tiranía en todas sus manifestaciones a veces se confunde con la negatividad. Pero, en realidad el anarquismo tiene el objetivo altamente positivo de barrer la negatividad que existe y que bloquea la felicidad y el bienestar del ser humano. El anarquismo es el espíritu de la vida que se levanta contra la opresión.