¿Los ingenieros sociales del futuro usarán herramientas de ingeniería social como las puntuaciones de crédito social y las finanzas de impacto social para cocrear un mundo más justo y equitativo? ¿O todas las palabras de moda son solo otra máscara para la próxima etapa del capitalismo colonialista-corporativo?
por Derrick Broze
“La Revolución Industrial y sus consecuencias han sido desastrosas para la raza humana. Se ha incrementado en gran manera la esperanza de vida de los que vivimos en países “avanzados”, pero han desestabilizado la sociedad, han hecho que la vida no sea satisfactoria, han sometido a los seres humanos a indignidades, han causado un sufrimiento psicológico generalizado (en el Tercer Mundo también sufrimiento físico) y han provocado graves daños al mundo natural. El continuo desarrollo de la tecnología empeorará la situación. Sin duda, someterá a los seres humanos a mayores indignidades y provocará mayores daños al mundo natural, posiblemente llevará a una mayor perturbación social y sufrimiento psicológico, y puede conducir a un mayor sufrimiento físico incluso en los países “desarrollados”.” – Theodore John Kaczynski, La sociedad industrial y su futuro
Entre 1978 y 1995, Theodore John Kaczynski, o simplemente Ted Kaczynski, lanzó una campaña coordinada de atentados en un intento de crear conciencia con respecto a la amenaza que la tecnología digital supone para el planeta y toda la vida. Las bombas de Kaczynski provocaron la muerte de 3 personas, 23 heridos y su condena a pasar el resto de su vida en la prisión de máxima seguridad de Florence, Colorado.
El 19 de septiembre de 1995, The Washington Post y The New York Times publicaron conjuntamente el manifiesto de Kaczynski, “La sociedad industrial y su futuro”, y rápidamente elevaron al terrorista al estatus de culto entre algunos activistas radicales anti tecnológicos y anarco primitivistas. La publicación de los escritos de Kaczynski fue lo que en últimas llevó a su captura y encarcelamiento. Desde entonces, sus ideas y palabras han sido muy debatidas, diseccionadas, alabadas y despreciadas.
Para muchos Millennials y Gen-Z que crecieron con Internet (o en algunos casos “en Internet”), los problemas a que se refiere Kaczynski son muy reales: aislamiento, sobre socialización, disociación. Estas experiencias son familiares para muchas de las últimas generaciones que pasaron su infancia aprendiendo en computadores, navegando por el mundo filtrado a través de memes, obsesionados con las redes sociales, y sintiendo el juicio o el elogio que conlleva vivir por medio de la red. Diversos estudios llevados a cabo en la última década han puesto de manifiesto los efectos negativos de pasar mucho tiempo en Internet, comparando y contrastando nuestras vidas con versiones en gran medida ficticias de las vidas de otras personas. Esta disociación, al igual que la vigilancia masiva, fue exactamente a lo que se refirió Ted Kaczynski.
“El sistema industrial-tecnológico puede sobrevivir o puede quebrarse. Si sobrevive, PUEDE alcanzar un nivel bajo de sufrimiento físico y psicológico, pero sólo después de pasar por un largo y muy doloroso período de ajuste y sólo a expensas de reducir permanentemente a los seres humanos y a muchos otros organismos vivos a productos de ingeniería y a simples engranajes de la máquina social. Además, si el sistema sobrevive, las consecuencias serán inevitables: No hay forma de modificar o reformar el sistema para evitar que prive a las personas de autonomía y dignidad.
Si el sistema se quiebra, las consecuencias aún serán muy dolorosas. Pero cuanto más crezca el sistema, más nefastos serán los resultados de su ruptura, así que, si ha de quebrarse, será mejor que lo haga rápidamente”. – Theodore John Kaczynski, La sociedad industrial y su futuro
Es posible que las acciones y pensamientos de Kaczynski se hagan aún más relevantes y lleven a la reflexión con el reciente estreno de la película Ted K, un drama criminal que representa la historia del terrorista de manera fáctica. Después de ver la película releí el manifiesto original de Kaczynski y su libro de 2016, Anti-Tech Revolution: Why and How. La diferencia entre mis estudios anteriores del manifiesto de Kaczynski y este último examen es que me interesa filtrar sus puntos de vista a través de la lente de El Gran Reinicio, y el aumento de la tecnocracia y el estado de bioseguridad.
Entendiendo las preocupaciones de Kaczynski, ¿es posible entender mejor los peligros de las tecnologías digitales que surgen con rapidez, como la Inteligencia Artificial (IA), la biometría, las bases de datos de reconocimiento facial y la filosofía tecnocrática que guía la iniciativa de El Gran Reinicio? Este ensayo es el primero de varios intentos por entender la amenaza que se avecina por estas tecnologías -en concreto, las puntuaciones de crédito social y las finanzas de impacto social- con respecto a las advertencias de la brillante pero fracturada mente de Ted Kaczynski.
El mundo del que advirtió Kaczynski: Las puntuaciones de crédito social
Kaczynski se refirió a los peligros de utilizar la tecnología digital para hacer que los humanos se amolden a la máquina, en lugar de amoldar las máquinas a los deseos y beneficios de la humanidad. Cuando escribe, “nuestra sociedad considera como una “enfermedad” cualquier forma de pensamiento o comportamiento que sea inconveniente para el sistema, y esto es plausible porque cuando un individuo no encaja en el sistema causa dolor al individuo, y problemas al sistema. Por lo tanto, la manipulación de un individuo para que se ajuste al sistema es vista como una “cura” para una “enfermedad” y por consiguiente como algo bueno”, se refiere a un sentimiento expresado por muchos pensadores antes que él.
Tal vez el más famoso, Krishanmurti, dijo: “No es una muestra de salud estar bien adaptado a una sociedad extremadamente enferma”. Sin embargo, esto es lo que la mayor parte de la población humana se anima a hacer. Buscar la manera de lograr el equilibrio dentro un mundo cada vez más inestable y desequilibrado. Mientras la infraestructura digital se erige a nuestro alrededor, nos vemos obligados a seguirla o quedarnos rezagados. Y, desde luego, esta infraestructura también abarca a agencias del gobierno con poderes policiales y de vigilancia cada vez mayores, distracciones como televisión, redes sociales y otras formas de entretenimiento, y una cultura que fomenta el uso de productos farmacéuticos que alteran la mente como método de escape de la monotonía de una sociedad muy enferma.
El área en la que Kaczynski podría ser más premonitorio es su predicción de que la sociedad forzará a las personas a cambiar sus comportamientos y acciones para ajustarse a las necesidades del sistema tecnológico. Esto se observa con mayor claridad con la introducción de programas de ingeniería social como las puntuaciones de crédito social.
La mayoría de los lectores de TLAV saben del despliegue actual de un sistema de crédito social a nivel nacional en China. A partir de 2009, el gobierno chino comenzó a probar un sistema nacional basado en la reputación económica y social de los ciudadanos, o “crédito social”. Esta puntuación de crédito social puede utilizarse para premiar o castigar determinados comportamientos. La idea es que el Estado puede dar o quitar puntos de la puntuación del crédito social para conseguir un buen comportamiento de la gente.
No hace falta imaginar los posibles resultados negativos, ni siquiera buscar inspiración en las novelas de ciencia ficción. Para entender mejor las implicaciones de esta máquina tecnocrática basta con mirar la distopía digital de China.
A finales de 2019, los ciudadanos chinos perdían puntos debido a comportamientos financieros fraudulentos y deshonestos, por poner música a alto volumen, por comer en el transporte público, por cruzar la calle de manera imprudente, por cruzarse los semáforos en rojo, por no asistir a las citas con el médico, por no ir a las entrevistas de trabajo o hacer reservas de hotel sin cancelarlas y por clasificar incorrectamente los residuos. Para elevar su puntuación de crédito social, un ciudadano chino puede donar sangre, hacer donaciones a una organización benéfica aprobada, ser voluntario para el servicio comunitario y otras actividades aprobadas por el gobierno. El gobierno chino está negando a millones de personas la posibilidad de comprar tiquetes de avión y de tren de alta velocidad debido a su baja puntuación de crédito social y a que se les considera como “poco fiables”.
Aunque la mayoría de la gente probablemente esté familiarizada con este concepto debido a la popular serie Black Mirror, lo cierto es que esta práctica es mucho más realidad que ficción. Según un reporte de 2020 de los expertos en ciberseguridad de Kaspersky, el 32% de los adultos de entre 25 y 34 años han enfrentado dificultades para conseguir una hipoteca o préstamo debido a su actividad en las redes sociales. La denegación de préstamos hace parte de los “sistemas de puntuación social” que está usando el gobierno y las empresas a un ritmo acelerado para determinar la “fiabilidad” de los clientes o ciudadanos. Kaspersky encuestó a más de 10.000 personas de 21 países y encontró que el 18% tenía problemas para acceder a los servicios financieros debido a la evaluación de su información en las redes sociales.
“En función de estas puntuaciones, los sistemas deciden por nosotros o sobre nosotros, desde los destinos de los viajes y los costos asociados, hasta si tenemos autorización para acceder al propio servicio”, señala el informe.
En el contexto del COVID1984, es muy sencillo ver cómo conceptos como la puntuación de crédito se usa para castigar a quienes rechazan las vacunas y terapias similares. Por ejemplo, digamos que usted se niega a usar máscaras en público. Una vez que una de las miles de cámaras de reconocimiento facial escanee su rostro, enviará la huella facial al centro local de análisis de datos y lo identificará de inmediato restándole puntos a su puntuación de crédito social. El gobierno y las corporaciones asociadas también podrían transmitir su identidad y foto a su entorno local, a los teléfonos individuales y a las vallas publicitarias digitales, para alertar a la gente de que están en presencia de un idiota antisocial, anti ciencia y anti máscara.
Estas acciones pretenden retirar los privilegios sancionados por el Estado (por ejemplo, viajar en China) y estigmatizar al individuo en su comunidad local. Esto se debe a que asociarse con un individuo con una baja puntuación de crédito social también puede hacer que la propia puntuación baje. Esto quiere decir que la familia y los amigos pueden cambiar sus relaciones con quienes muestran los llamados comportamientos antisociales por miedo a perder puntos en su puntuación de crédito social y sufrir las consecuencias.
Cabe señalar que en un mundo diferente -un mundo sensato- podría haber muchos casos de uso positivo para algo similar a una puntuación de crédito social que ofrezca datos precisos y útiles sobre las empresas y personas que nos rodean. En muchos aspectos de nuestras relaciones actuales, los humanos acumulamos y gastamos “crédito social”. Por ejemplo, cuando una persona adquiere reputación de mentirosa o ladrona, se corre la voz. Los miembros de la comunidad perciben el hábito antisocial y corren la voz entre otros miembros de la comunidad que se relacionan con esta persona. Entonces, cada individuo decide cómo quiere usar los nuevos datos y si desea o no seguir asociándose con el individuo antisocial. Cuando la participación en los sistemas de puntuación de crédito social es voluntaria, consensuada y privada, podría ayudar a los individuos a tomar mejores decisiones en su vida cotidiana.
Por desgracia, vivimos en un mundo en el que hombres y mujeres en posiciones de autoridad ejercen su poder intentando controlar la vida de las masas con tecnología digital y propaganda. Esto quiere decir que los gobiernos con un historial de engaño y autoritarismo, y las empresas con un historial poco fiable son los probables artífices de los planes de crédito social del futuro próximo. Sería un error (y un análisis simplista) creer que cada empresa, gobierno o individuo que muestre su interés en algún elemento del crédito social es una herramienta para el Gran Reinicio.
La realidad es que ciertos individuos creen que pueden utilizar el concepto de las puntuaciones de crédito social para promover un comportamiento positivo y empoderador. Sin embargo, siempre debemos preguntar, ¿quién es el juez que determina si un comportamiento es positivo o negativo?
Financiación del impacto social: ¿Una herramienta para obtener resultados positivos o para la manipulación social?
“El hombre moderno está sujeto a una red de normas y reglamentos, y su destino depende de las acciones de personas alejadas de él en cuyas decisiones no puede influir. Esto no es accidental ni resultado de la arbitrariedad de burócratas arrogantes. Es necesario e inevitable en una sociedad tecnológicamente avanzada. El sistema DEBE regular estrechamente el comportamiento humano para que funcione.
El sistema DEBE obligar a la gente a comportarse de formas cada vez más alejadas del patrón natural de comportamiento humano. Por ejemplo, el sistema requiere de científicos, matemáticos e ingenieros. No puede operar sin ellos. Entonces se ejerce gran presión sobre los niños para que se destaquen en estos campos. No es natural que un adolescente pase la mayor parte de su tiempo sentado en un escritorio inmerso en el estudio. El sistema no existe ni puede existir para satisfacer las necesidades humanas. Es el comportamiento humano el que debe modificarse para adecuarse a las necesidades del sistema. Esto no tiene nada que ver con la ideología política o social que busca orientar el sistema tecnológico. Es culpa de la tecnología, porque el sistema no se guía por la ideología sino por la necesidad técnica”. – Theodore John Kaczynski, La sociedad industrial y su futuro
Si las puntuaciones de crédito social son una herramienta que puede utilizarse para bien o para mal -pero que es más posible que se use para mal-, entonces la financiación del impacto social es la infraestructura sobre la que se apoyarán las puntuaciones de crédito social. Este instrumento financiero abstracto y sin pretensiones tiene el poder de ser una fuerza invisible que coacciona a las personas para que actúen para servir al sistema y no a las personas.
Los términos inversión de impacto social, financiación de impacto social, bonos de impacto social, pago por éxito o sencillamente inversión de impacto describen una estrategia de inversión que supuestamente busca beneficiar al medio ambiente o a la sociedad de manera positiva, además de obtener ganancias financieras. SocialFinance.org explica así los bonos de impacto social:
“Los bonos de impacto social son asociaciones público-privadas que financian servicios sociales eficaces mediante contratos basados en el rendimiento. Los inversores de impacto proporcionan el capital para ampliar el trabajo de los proveedores de servicios de alta calidad. El gobierno reembolsa a esos inversores en la medida en que el proyecto logre resultados que generen valor público.
Tanto si se enfocan en apoyar a las madres en situación de pobreza para que den a luz de forma saludable, como si apoyan a inmigrantes y refugiados a través de la formación laboral o en la rehabilitación de viviendas, los bonos de impacto social transfieren el riesgo del sector público al privado y alinean a los socios del proyecto en la consecución de un impacto importante.”
Más concretamente, un bono de impacto social (SIB por sus siglas en inglés) es un contrato con el sector público o con un organismo gubernamental en el que la institución paga por “mejores resultados sociales” y traslada el ahorro a los inversores de impacto social. Así, los bonos de impacto social no son bonos tradicionales, ya que el reembolso y el rendimiento de la inversión dependen de la consecución del resultado social. Si los inversores y las instituciones no consiguen dichos resultados, no reciben ni el retorno ni el reembolso de la inversión principal.
Este tipo de inversiones forma parte de una tendencia creciente en la que empresas que buscan renombre gastan enormes cantidades de dinero para demostrar sus esfuerzos. De este modo, las empresas afirman que están ampliando su responsabilidad social e incrementando su participación en asuntos sociales y comunitarios. Un método concreto para medir el éxito de estos programas es basarlos en criterios sociales, medioambientales y de gobernanza (ESG). A la inversión ESG también se le conoce como inversión sostenible, inversión responsable o inversión socialmente responsable (SRI). Esta práctica se está haciendo muy popular para fomentar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Las normas medioambientales, sociales y de gobernanza ofrecen a los inversores con conciencia social la oportunidad de seleccionar los tipos de empresas que desean respaldar. Para que una empresa cumpla los criterios medioambientales, puede incluir en sus operaciones el uso de energía, la producción de residuos, la mitigación de la contaminación, los esfuerzos para conservar los recursos naturales y el trato a los animales. Los criterios sociales examinan las relaciones comerciales de una empresa para informar a los posibles inversores de con quién se asocia la empresa. A los inversores también les podría interesar conocer detalles sobre cómo una empresa practica la rendición de cuentas y si los accionistas tienen derecho a votar sobre asuntos importantes. El criterio de gobernanza hace referencia a la diversidad del Consejo de Administración y a la estructura general de gobernanza de la empresa.
Una vez más, hay que insistir en que el objetivo promovido públicamente de estas herramientas es fomentar el interés público. En el mejor de los escenarios, un filántropo acaudalado que verdaderamente se preocupa por el medio ambiente y el avance de la equidad entre las empresas decide en qué compañías invertir según sus normas ESG. Este filántropo ve una oportunidad de prestar un servicio al mundo con su dinero, por lo que participa en un SIB que busca producir calificaciones más altas entre los niños de primaria de una escuela del centro de la ciudad. Si el programa SIB da resultados, el filántropo recibe su inversión principal, más una recompensa financiera. Aquí, los niños y la escuela se benefician al igual que el inversor.
Ahora bien, la realidad parece ser muy diferente a este escenario imaginario. Imaginemos que el inversor de impacto social quiere apostar a que los niños de primaria fracasan y no logran mejores notas. En este caso, un inversor podría estar incentivado para desanimar los resultados positivos y buscar un beneficio estimulando los “resultados negativos”. Si esto le parece absurdo, recuerde que, en los años previos a la crisis financiera de 2008, los inversores utilizaban herramientas financieras para beneficiarse de las pérdidas y la quiebra de los propietarios de viviendas individuales.
De hecho, estas nuevas herramientas financieras que esgrimen los filántropos en nombre de la colaboración público-privada no parecen ser más que un avance de la misma corrupción empleada por anteriores generaciones de filántropos. En noviembre de 2016, Tim Scott, escribiendo para Dissident Voices, describió cómo los primeros filántropos utilizaron sus donaciones benéficas para avanzar en agendas invisibles.
“Estos “Capitanes de la Industria” caritativos impulsaron todo, desde la educación pública universal, la asimilación de los inmigrantes y la mitigación de la pobreza hasta las artes, la salud pública y la investigación científica y médica. Naturalmente, estas donaciones iban acompañadas de una agenda de ingeniería social. Por ejemplo, como se documenta en mi artículo “Los orígenes despóticos de la educación secundaria pública”, su apoyo financiero y político a la educación pública universal pretendía reforzar la hegemonía de Estados Unidos”.
Scott explica la verdadera naturaleza de estos supuestos planes filantrópicos y cómo están evolucionando en el clima tecnocrático actual:
“Los intereses personales de esta opulenta minoría están directamente vinculados a la economía financiarizada actual como inversores y como miembros de redes políticamente influyentes que vigilan los mercados financieros mundiales. Así, en el siglo XXI los filántropos de riesgo han enfocado sus esfuerzos en la construcción de nuevos mercados financieros a través de lo que se denomina “inversión de misión”, “inversión de impacto social” o sencillamente “inversión de impacto”. La inversión de impacto es una continuación de la misión colonizadora de sesenta años del FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, la “Troika” y el gobierno de Estados Unidos; con una metodología más “amigable”, pero más tramposa.”
El artículo sigue describiendo cómo los sospechosos habituales -la Fundación Rockefeller- participaron directamente en el nacimiento de la inversión de impacto. Scott afirma que en 2007 la Fundación Rockefeller organizó dos reuniones con líderes de las finanzas y la filantropía para construir el “marco estructural de una industria mundial eficiente de inversión de impacto social y medioambiental”. Los asistentes acordaron la creación de una red mundial de inversores de impacto líderes, así como un “marco estandarizado para medir el impacto social y medioambiental”.
Como consecuencia de estas reuniones, se creó la Red Global de Inversiones de Impacto (GIIN) en 2009, una organización sin ánimo de lucro exenta de impuestos con sede en Estados Unidos. Como señala Scott, entre los miembros de GIIN se encuentran “las luminarias de las finanzas mundiales y las fundaciones filantrópicas”, como la Fundación Bill y Melinda Gates, Goldman Sachs, J.P.Morgan Chase, Morgan Stanley, la Fundación Ford, Deutsche Bank, International Finance Corporation, Root Capital, UBS Financial Services y muchas otras.
Muchas de estas mismas organizaciones que participan en la promoción de la GIIN y la inversión de impacto son también socios del Foro Económico Mundial, la institución que está detrás del impulso de un Gran Reinicio.
El nexo entre las puntuaciones de crédito social y la financiación del impacto social
Para entender cómo las finanzas de impacto social y las puntuaciones de crédito social constituyen un doble ataque a la libertad y la soberanía individuales, revisemos una presentación de Charles Hoskinson en el Foro Económico Mundial en enero de 2020. Hoskinson es el cofundador de la cadena de bloques Ethereum y fundador de la cadena de bloques Cardano. Durante su breve presentación, Hoskinson explicó las formas en que prevé que las finanzas de impacto social y las puntuaciones de crédito social interactúen con los libros contables de la cadena de bloques.
Hoskinson describe cómo las cadenas de bloques pueden hacer seguimiento a la producción de una planta de café, desde el campo hasta la fábrica, facilitando una verdadera responsabilidad y transparencia para las empresas, los inversores y los clientes. Además, explica que los inversores que quieren saber si sus fondos van a ser bien utilizados en el mundo tienen en la actualidad una capacidad limitada para “hacer seguimiento al dinero”. “¿Cómo se hace seguimiento a esto? ¿Cómo se rastrea? ¿Cómo asegurarse de que el dinero va verdaderamente a las manos apropiadas?”, se pregunta Hoskinson.
Hoskinson explica cómo los gobiernos de Etiopía y Georgia rastrean el uso de los ingresos fiscales para verificar que van a parar a los departamentos correctos, y cómo esta misma tecnología podría utilizarse para rastrear las inversiones o las donaciones. Habla de una “ciudadanía global” con una “identidad soberana” que puede conectarse a un “portafolio de propiedades” con una calificación de reputación (puntuación de crédito social) y un sistema de pago “de modo que ahora se puede pagar directamente a las personas que están registradas y se puede seguir y rastrear lo que se hace con esos fondos”.
Hoskinson afirma que su propósito es crear un “mercado de valores global, un capital de riesgo global para las personas más pobres del mundo”. ¿Cómo piensa hacerlo? En primer lugar, mejorando sus países, implementando la llamada identidad soberana “y emparejando eso con el seguimiento y la trazabilidad y la capacidad de saber que la gente está gastando el dinero apropiadamente”. Esto, creará algunas de las “inversiones más seguras y auditables del mundo para la gente más pobre” en los próximos 10 a 20 años.
Antes de examinar lo que es una identidad propia soberana, detallemos completamente lo que Hoskinson está diciendo. Él imagina un mundo en el que los inversores de impacto social ponen su dinero en programas que supuestamente mejorarán al planeta o a una población local específica. Lo hacen con la esperanza de recibir su inversión inicial, más algún beneficio. A continuación, como señala Hoskinson, se pueden asociar estas inversiones con una tecnología que permita “seguir y rastrear” las compras de los individuos para asegurarse de que están “gastando el dinero de manea correcta”, es decir, según las condiciones estipuladas por los inversores de impacto social como parte de su acuerdo original.
Por ejemplo, si un filántropo aporta para un programa con el fin de ayudar a los beneficiarios de los programas de asistencia social, le gustaría poder seguir y rastrear el uso de sus fondos desde la inversión hasta el beneficiario individual. Si una persona con seguridad social recibe sus fondos a través de un Bono de Impacto Social, una empresa o junta de inversores podría determinar que el estilo de vida del individuo no es propicio para obtener “resultados positivos”. Si se combina con un sistema de reputación -como pide Hoskinson-, esto podría significar que los beneficiarios de la seguridad social sean castigados por sus elecciones personales de estilo de vida si se consideran nocivas para los objetivos del Bono de Impacto Social. Este es el tipo de ingeniería social es posible con las puntuaciones de crédito social y la infraestructura de financiación de impacto social.
¿Esclavitud “soberana”?
Antes de concluir nuestro análisis de estos importantes temas, revisemos qué se entiende por “identidad auto soberana”, como menciona Hoskinson.
El proyecto llamado “Identidad Soberana” fue lanzado por IBM y tiene que ver con la creación de una identidad privada que es “propiedad” del individuo, en contraposición a una identificación sancionada por el gobierno. Esto se consigue almacenando de forma segura los datos de su propia identidad en sus propios dispositivos personales y suministrándolos a quienes necesiten validarlos, sin depender de un repositorio central de datos de identidad. Aquí, el individuo debe dar su consentimiento para que se compartan sus identidades y cualquier dato relacionado. Una vez más, se trata de una tecnología que tiene el potencial de eliminar la necesidad de acudir a las autoridades gubernamentales y centrales, si se respeta la privacidad y la autonomía individual. No obstante, al parecer, las organizaciones que están detrás del concepto hacen parte de la misma cábala de tecnócratas que avanzan hacia un Gran Reinicio.
Por ejemplo, en 2018, IBM se asoció con la Fundación Sovrin para acelerar el impulso hacia una identidad propia soberana. La Fundación Sovrin ha descrito la necesidad de una identidad de este tipo y los ledgers de blockchain hacen posible tener una identificación privada que interactúa con los sistemas públicos (gubernamentales). Más adelante, en 2018, se anunció que el Foro Económico Mundial también se asociaría con la Fundación Sovrin para propiciar un programa de identidad digital. Como es de esperar, los objetivos del FEM con respecto a la identidad digital son coherentes con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una identidad digital para todas las personas en 2030.
Aunque es evidente que existen casos de uso potencialmente positivos para esta identificación privada no estatal, el propio libro blanco de la Fundación Sovrin, The Inevitable Rise of Self-Sovereign Identity, explica con detalle cómo podría adaptarse la llamada identidad privada para ajustarse a los planes de crédito social y financiación de impacto social. Por un lado, la Fundación deja claro que las tecnologías de contabilidad digital, como la cadena de bloques, son las que “finalmente hacen posible la identidad autosuficiente”. El libro blanco también esboza cómo esa identidad podría combinarse con una “economía de la reputación”. El documento afirma:
“Mientras la identidad Sovrin de una organización o individuo se acumula con el tiempo, también lo hace su reputación. El paso de un nivel de confianza bajo a un nivel de confianza más alto se presenta sin problemas en la medida en que el propietario de la identidad acumula más atributos y afirmaciones verificadas. Esta reputación se convierte en un activo del propietario de la identidad. Por ejemplo, un individuo puede tomar la decisión de revelar su reputación a otros para fijar y reforzar la confianza, o una organización puede publicar sus calificaciones de reputación basadas en Sovrin como una insignia de honor”.
Aunque la Fundación Sovrin se refiere con claridad a una identificación privada, almacenada en una cadena de bloques privada, que únicamente el titular puede revelar a terceros, es obvio que esta tecnología podría utilizarse con fines nefastos. Es verdad que Sovrin habla de boca para afuera de mantener la infraestructura de una identificación de este tipo “difusa” o distribuida, evitando que una sola organización o un pequeño grupo pueda desactivar la identificación y evitando que el titular de la misma quede “excluido” de la sociedad. Sin embargo, sus asociaciones con IBM y el FEM ocultan un motivo ulterior.
Lo peor de todo este esquema de “autoidentidad soberana” es que juega con el uso de una palabra como “soberano”, que en los últimos años se ha asociado con los movimientos por la verdad y la libertad sanitaria, especialmente en el contexto de COVID1984. Sin embargo, esta corrupción del lenguaje es habitual para la clase depredadora. Al igual que los elitistas del FEM y de la ONU enmascaran sus agendas con el uso de palabras como “sostenible”, “diverso”, “equitativo”, etc., ahora están intentando secuestrar el lenguaje de la libertad individual y la autonomía corporal. Esto no quiere decir que no debamos o podamos utilizar estas palabras, sino que debemos buscar que se entienda su verdadero significado. Si no luchamos por preservar el verdadero significado de estas poderosas palabras, permitiremos que los tecnócratas continúen con su manipulación de palabras, la locura del doble lenguaje. Si no somos cuidadosos, estos criminales borrarán y pervertirán el significado de estos conceptos para que las futuras generaciones no sepan lo que significa ser un ser humano autónomo y soberano.
¿Qué mundo del futuro estamos creando?
Hay mucho más sobre este tema que ampliaré en futuros artículos. Por ahora, es importante señalar que Ted Kaczynski se anticipó a los planes de Zbigniew Brzezinski y su “Era Tecnetrónica” y a lo que muchos denominan ahora Tecnocracia. Kaczynski utilizó la palabra “tecnófilos” para identificar a aquellos que empujan ciegamente una Cuarta Revolución Industrial y la era de la fusión del hombre con la máquina. Además, me gustaría señalar las palabras del activista radical nativo John Trudell durante los últimos años de la década de 1960 y 1970. Trudell llamó al mundo en el que nos encontramos el ” Tech-no-logic world (mundo tecnológico sin lógica)” y advirtió sobre los peligros de abandonar la naturaleza en favor de una realidad digital que lo abarque todo.
Estos y muchos otros pensadores de los últimos 100 años nos advirtieron de la situación en la que nos encontramos en este momento. Establecer hacia dónde se dirige la humanidad desde este momento será la tarea de todas las generaciones actuales y de las venideras. El mundo del futuro, el mundo de nuestros nietos, está siendo moldeado directamente por nuestras acciones y nuestra inacción. Podemos ver la escritura en la pared y podemos ver el fin de una humanidad libre. Sin lugar a dudas, la lucha no ha terminado. No ha hecho más que empezar. Pero nosotros, la humanidad en su conjunto, decidiremos cómo será el mundo para las próximas generaciones.
¿Encontrará la humanidad un equilibrio entre la naturaleza y la tecnología digital, logrando la armonía entre la permacultura, la sabiduría indígena y las tecnologías emergentes? ¿O caeremos en el deseo de utilizar estas herramientas para olvidarnos de nuestra humanidad y creer falsamente que podemos escapar de las limitaciones de nuestra existencia humana? Cada uno debe responder a esta pregunta por sí mismo, y por sus comunidades. Tal y como lo he esbozado en mi libro How To Opt Out of the Technocratic State, creo que la única solución a largo plazo es salir de estos sistemas tecnocráticos y construir sistemas que se alineen con nuestros valores y principios. Aunque rechazo de todo corazón los actos de violencia utilizados por Ted Kaczynski, me hago eco de su llamamiento para que se preste más atención y se tome conciencia de los peligros de la tecnología digital omnipresente.