Hemos sido activistas de una u otra forma por más décadas de las que podemos recordar. La crisis de COVID-19, en curso y todavía en evolución, se está convirtiendo en el acontecimiento más significativo y sísmico que hemos vivido. En una situación como ésta, puede ser muy fácil dejarse absorber por el día a día de los acontecimientos y, al tratar de afrontarlos y procesarlos lo mejor posible, no dar unos pasos atrás, sino intentar ver el panorama general. El bombardeo 24/7 de noticias (o lo que se consideran noticias), opiniones, especulaciones, rumores y un buen número de mentiras, comentarios y plataformas de redes sociales hace que el trabajo de tratar de aislar alguna señal del caos causado por el ruido sea una tarea difícil.


Hemos hecho todo lo posible por analizar la crisis del COVID-19 con una mente abierta. Si da un vistazo a los posts que hemos escrito sobre la crisis desde su inicio a principios de marzo, está muy claro que nuestro pensamiento ha evolucionado desde entonces. En una situación dinámica y de rápida evolución, tener una mentalidad rígida y negarse a modificarla debilitará cualquier intento serio de entender lo que está sucediendo, y mucho menos permitirá diseñar la estrategia y tácticas necesarias para hacerle frente.


A principios de marzo, adoptamos la actitud de que, teniendo presente lo que sabíamos en ese momento del COVID-19, una respuesta adecuada era alguna forma de bloqueo y cierto nivel de autoaislamiento. Esta fue una precaución razonable mientras se hacía un balance de la situación, con la intención de permitir que nuestro análisis, estrategia y táctica evolucionaran mientras mejoraba nuestra comprensión. De hecho, decidimos no participar en un evento en marzo porque nos preocupaba la posibilidad de contraer el virus en un entorno reducido y concurrido. Con lo que sabemos ahora, ¿habríamos tomado la misma decisión? No, lo más probable es que hubiéramos llegado a la conclusión de que asistir no conllevaba ningún riesgo significativo y hubiéramos participado en el evento. Sin embargo, con base en lo que sabíamos en ese momento, a principios de marzo, retirarnos del evento nos pareció la decisión correcta.


El principal factor que hizo cambiar nuestra forma de pensar con respecto a la crisis del coronavirus fue la respuesta no sólo del gobierno del Reino Unido, sino de casi todos los gobiernos del mundo. Desde nuestra experiencia personal, llevamos más de dos meses con un nivel de restricciones sin precedentes sobre con quién podemos relacionarnos, cómo y dónde compramos, a dónde podemos ir a tomar el aire y, para nosotros como no conductores, sobre el no uso del transporte público. Ahora estamos en el lanzamiento de la aplicación para nuestros teléfonos que nos alertará si hemos estado en contacto con alguien que tiene COVID-19 y entonces, se nos dirá que nos aislemos durante catorce días. Por otro lado, desde la burbuja social y política que habitamos, la demanda de teléfonos desechables, baratos y divertidos se incrementará en las siguientes semanas por parte de personas que, con razón, no desean ser vigiladas y rastreadas las 24 horas del día.


Además de las restricciones de movimiento y asociación, más el despliegue de una aplicación de alerta que es básicamente un medio para vigilar todos nuestros movimientos, la economía ha recibido un fuerte golpe. El tipo de golpe que acabará con muchas tiendas pequeñas e independientes, cafés, pubs, restaurantes, locales de música… la lista continúa. El tipo de golpe que permitirá a las grandes corporaciones absorber más activos para sí mismas. El tipo de golpe con el que los fondos de cobertura y similares están ganando cantidades excesivas de dinero. El tipo de golpe que llevará a que se concentre más riqueza en unos pocos, mientras el resto de nosotros se enfrenta a un futuro cada vez más empobrecido y restringido.


En vista de todo esto, sería negligencia de nuestra parte no hacer todo lo posible para llamar la atención sobre lo que está pasando y para que la gente empiece a hacerse las preguntas que hay que hacerse sobre por qué estamos donde estamos. El problema de hacer esto, es que las acusaciones sobre la “teoría de la conspiración” comienzan a circular. Algunas de esas acusaciones provienen de los llamados “anarquistas”, que esperábamos que lo entendieran mejor. Lo más probable es que muchos de ellos se hayan dejado engañar por el incesante bombardeo de lo que llamaríamos “porno del miedo” al que hemos estado sometidos durante los últimos meses. Un bombardeo que es una forma de guerra psicológica, también conocida más coloquialmente como “psy-ops” (operaciones psicológicas).


El miedo es una manera increíble para garantizar el conformismo de la población frente a cualquier objetivo nefasto que el gobierno de turno y sus patrocinadores corporativos tengan en mente. Después de dos meses de “permanecer a dos metros de distancia” de cualquier otra persona, de interactuar con el personal enmascarado de las tiendas a través de ventanillas de plástico, viendo los planes para la reapertura de las escuelas teniendo a los niños físicamente separados de sus compañeros, debería ser muy claro que estamos siendo condicionados a temer a los demás. Como ya hemos escrito antes, lo que nos hace verdaderamente humanos, con la necesidad de un contacto físico y cara a cara, nos está siendo arrebatado mientras somos reducidos a individuos aislados, temerosos y cada vez más fáciles de controlar, cada vez más dependientes de la autoridad para que nos guie a través de la “crisis”.


El problema es la cantidad de activistas políticos que conocemos y que pensábamos que lo harían mejor, pero que se han dejado llevar por este clima de miedo. Una vez que se cede al miedo, es más difícil dar unos pasos atrás y tratar de formarse una evaluación objetiva de lo que está pasando. Además de lo que hemos mencionado anteriormente, lo que también está ocurriendo es una profunda reformulación de las divisiones políticas y sociales. Las etiquetas de izquierda y derecha empiezan a ser menos relevantes. Lo que está empezando a surgir en la confusión y el caos actuales es una división entre aquellos de nosotros que valoran la autonomía personal y colectiva, y aquellos que buscan que el Estado ofrezca “soluciones” a los problemas, independientemente de lo totalitarias que puedan resultar esas “soluciones”. La cuestión es que los que están dispuestos a cambiar su libertad por lo que parece ser una falsa seguridad acabarán sin ninguna de las dos cosas.


Luego de más décadas de activismo político de las que podemos recordar, hemos aprendido que nada está claro. La división que está surgiendo entre los que valoran la autonomía y los que buscan la seguridad del Estado no está nada clara. Lo que nos ha llamado la atención son los “anarquistas” que parecen estar bastante satisfechos con el cierre y todas las restricciones que involucra. Los “anarquistas” que han sucumbido a la pornografía del miedo hasta el punto de acusar al gobierno del Reino Unido de “incompetentes” para frenar la propagación de COVID-19. Lamentablemente, esto es lo que ocurre cuando uno se deja influenciar por el porno del miedo y se pierde la capacidad de dar un paso atrás y plantearse las preguntas críticas sobre lo que se nos está haciendo. Hay una serie de “anarquistas” que antes considerábamos compañeros, con los que ya no parece que podamos trabajar.


Conforme las viejas definiciones y divisiones políticas se vuelven obsoletas y mientras surgen otras nuevas, nos encontraremos con algunos compañeros de viaje extraños. Algunos pueden acabar como firmes aliados, otros pueden acabar como oponentes o enemigos. La cuestión es que tenemos que mantener la mente abierta y ser flexibles durante esta situación siempre cambiante y a menudo confusa. No siempre vamos a acertar y sí, si salimos adelante, dentro de unos años puede que miremos atrás y nos preguntemos por qué carajo nos aliamos con esa gente en concreto.


Para llegar a alguna conclusión, debido a que nuestra autonomía personal y colectiva está en juego, es mejor mantener la mente abierta y estar dispuestos a experimentar con nuevas alianzas. La adhesión rígida a una línea determinada, el rechazo a las nuevas alianzas y la condena de los que tenemos una mente abierta y estamos dispuestos a experimentar, nos llevarán, sin quererlo, a un futuro tecno-totalitario en el que nos limitaremos a existir en lugar de tener una vida plena. Una advertencia… Artículos como éste son una instantánea de una situación dinámica, en constante evolución y, con frecuencia, confusa. Algunos de ellos pueden sobrevivir a la prueba del tiempo, otros definitivamente no. Como siempre, las críticas constructivas y el debate entre compañeros son bienvenidos.


Una especie de advertencia


Semana tras semana, los medios de comunicación han cubierto la crisis del COVID-19. La pregunta es: ¿cuántas personas siguen prestándole atención y cuántas, por su bienestar mental, están optando por desconectarse de él? Si alguna vez se acaba, sería interesante realizar una investigación sobre el efecto que este bombardeo de noticias ha tenido en la salud mental de las personas. También sería interesante ver hasta qué punto esta incesante cobertura ha debilitado aún más la ya menguada fe de la gente en los medios de comunicación.
Hemos hecho lo que hemos podido para tratar de mantenernos al día con los acontecimientos, pero para ser sinceros, hay días en los que el estrés de tratar de discernir cualquier señal significativa entre el caos del ruido es tan abrumador, que simplemente nos desconectamos y tratamos de volver a enfocarnos al día siguiente. Dicho esto, está empezando a surgir una imagen algo sombría de lo que nos espera en los próximos meses y años, mientras la crisis por el COVID-19 evoluciona y se transforma en algo que podría llegar a ser siniestro y distópico.
Están surgiendo divisiones. Por un lado, hay quienes aceptan en general el bloqueo y la necesidad de que se prolongue durante un tiempo considerable y también apoyan las medidas de seguimiento y control que se han planteado para limitar y eliminar la propagación del virus COVID-19. Por otro lado, hay quienes han dado un vistazo a la implacable cobertura de la crisis, han percibido algo podrido y están empezando a cuestionar la narrativa que se nos está dando, especialmente cuando se utiliza para justificar medidas que restringen nuestra libertad y nos someten a una mayor vigilancia. Como habrán deducido los lectores habituales de Heckler, nos inclinamos por esto último. Somos anarquistas y, como se supone que no aceptamos más autoridad que nosotros mismos y aquellos con los que nos organizamos colectivamente, ¡sería negligente de nuestra parte no cuestionar la narrativa que se nos da!


Además de esto, está la amenaza de una mayor austeridad para “pagar” el dinero que el gobierno ha gastado en “lidiar” con la crisis de COVID-19. El impacto de la última ronda de medidas todavía se siente y ha diezmado las vidas de millones de personas de la clase trabajadora. Otra ronda de austeridad dejará a millones sin nada más que perder.


Por lo tanto, todos los poderes adicionales que el gobierno se ha conferido y toda la vigilancia y seguimiento que se nos hace, aparentemente para hacer frente al COVID-19, sin duda será útil cuando la próxima ola de austeridad sea enviada para aplastarnos. Un ejemplo son las restricciones o prohibiciones para grandes reuniones durante el resto del año y muy posiblemente, en 2021. Como hemos mencionado anteriormente, las grandes reuniones incluirán manifestaciones y ferias de libros radicales/anarquistas. Lo que nos deja con el trabajo de ayuda mutua y la propaganda en línea. Si, usted en la medida de lo posible, mantiene su trabajo de ayuda mutua lejos de las redes digitales, evita cualquier jerarquía, se mantiene orientado a la comunidad y cara a cara, se las arreglará. Los que somos básicamente propagandistas y, debido a la escasez de oportunidades para distribuir físicamente nuestro material, tenemos que depender en gran medida de estar en línea, nos enfrentaremos a un futuro muy incierto mientras avanzamos hacia un mayor autoritarismo.


En cuanto a las restricciones, hay fuertes rumores de que muchos cafés, pubs y restaurantes no volverán a abrir hasta Navidad. Mientras que los que hemos sobrevivido a este enorme choque económico volveremos poco a poco al trabajo, habrá poca o ninguna socialización porque no habrá ningún sitio al que ir. La vida se limitará a trabajar, desplazarse, comer, dormir, desplazarse, trabajar… repetir en bucle, ad infinitum. El entretenimiento no será la compañía de los amigos, sino cualquier cosa que se transmita en televisión. Una dieta de las llamadas “noticias”, que promueven el miedo, diseñadas para mantenernos asustados y dependientes de las autoridades que nos cuidan. Salpicado con una dosis tóxica de “divide y vencerás” para mantenernos divididos, dispersos y más fáciles de manipular y controlar.


Eso es para los “afortunados” que todavía tienen un trabajo “estable”. Para los millones de personas que tendrán contratos precarios de cero horas o estarán desempleados, teniendo dificultades para encontrar trabajo en una economía que ha sido destruida y que depende del Crédito Universal, la vida será muy dura. Los discapacitados que dependen del Crédito Universal y de un sector público debilitado, para recibir el apoyo que necesitan, tienen una vida que ya es horrible, ya que están cada vez más marginados. Al igual que los ancianos que viven en residencias geriátricas sin poder acceder a tratamiento hospitalario y que se encuentran sujetos a avisos de “no resucitar”. Estamos en una sociedad en la que algunas vidas valen mucho menos que otras, en función de lo que la gente pueda o no pueda aportar al “balance final”. Cuando esa narrativa empiece a ser ampliamente aceptada, lo que en esencia será una eliminación selectiva debido a la combinación de negligencia y malicia, empezará a verse como algo normal.


El encierro nos está separando. Si a un ser querido se le ha diagnosticado COVID-19 antes de su fallecimiento, no sólo no se le permite estar con él en sus últimas horas en el hospital, sino que tampoco se le permite ver su cuerpo antes de la cremación. El número de personas está estrictamente limitado en el funeral, con distanciamiento físico y sin velatorio posterior. Es un momento de la vida en el que se niega el apoyo emocional y físico necesario de familiares y amigos. La gente queda marcada mentalmente para el resto de sus vidas, al experimentar el fallecimiento de un ser querido de esta manera.


Vivimos frente a un parque infantil, ahora clausurado. Ha estado en silencio desde marzo, cuando empezó el cierre. Junto con el cierre de las guarderías y las escuelas, a los niños se les ha negado la oportunidad de jugar entre ellos. El juego no es una actividad frívola. Desde que son pequeños, los niños aprenden a interactuar con los demás a través del juego. Así aprenden a negociar, a comprometerse y a cooperar. Así aprenden de los errores y se convierten en seres humanos completos. Negar a los niños la oportunidad de jugar durante un periodo de tiempo significativo les causará problemas de desarrollo y salud mental a largo plazo.


La adolescencia es el momento en que los niños empiezan a descubrir quiénes son, y desean con razón, afirmar su independencia y salir al mundo. Es cuando se forman amistades a largo plazo. Es cuando se desarrolla una red de apoyo entre compañeros. ¿Se imagina lo que siente un adolescente a quien se le niega todo esto, al tener que enfrentarse a todos los efectos de un arresto domiciliario indefinido? Un adolescente “normal” lo encontrará bastante difícil. Cualquier persona con problemas de salud mental lo encontrará agonizante. Trágicamente, esto ya ha llevado a los adolescentes a sentir que no tienen otra opción que quitarse la vida.


Encerrarse con una pareja o un padre maltratador es una pesadilla en la que no cabe ni pensar. Es una sentencia de muerte en potencia. Cualquiera que defienda el encierro prolongado, realmente necesita reflexionar sobre lo que tiene que suceder con urgencia para evitar más tragedias como el asesinato de un individuo por su pareja o un padre abusivo.


Como hemos escrito anteriormente, parecería que estamos siendo sometidos a un experimento psicológico masivo. Uno en el que se nos somete a un nivel de miedo sin precedentes y se nos separa de los demás. Un experimento en el que se nos hace sentir que la única opción para avanzar es someternos a una pérdida de autonomía a través de un mayor seguimiento y vigilancia, aparentemente por nuestro bien. Uno en el que nuestras esperanzas y planes de futuro se han ido al traste. Uno en el que se nos dispersa y se nos hace más dependientes de los caprichos de nuestros gobernantes para sobrevivir. Uno que se ha convertido en una terrible pesadilla para mucha gente y lo será para muchos más.


Cuando un comentarista utiliza la palabra “reset” para describir la agitación social y económica que se aproxima, las acusaciones de “teoría de la conspiración” empiezan a circular. Las últimas semanas han sido muy reveladoras en cuanto a la procedencia de esas acusaciones, ya que un buen número de ellas proceden de personas que se consideran “radicales” y unas pocas de los llamados “anarquistas”. La cuestión es que el cierre global ha provocado un shock económico de proporciones históricas que, como los anteriores, hará que unos pocos acumulen más riqueza. Como se vio en los años posteriores al colapso bancario de 2008.


Por tanto, la gente que cree que está haciendo lo correcto al apoyar las restricciones a la circulación y a las reuniones, así como el aumento del seguimiento y la vigilancia, en realidad está apoyando la creación y la mejora de un mecanismo que va a fastidiar completamente nuestra vida y nuestra libertad. Todo lo que pedimos es que respiren profundamente, den un paso atrás, tengan algo de perspectiva y empiecen a plantearse algunas preguntas difíciles sobre lo que se nos está haciendo. Si no se hacen esas preguntas y continuamos en la trayectoria actual, para muchos la vida se convertirá en una mera existencia, ya que estamos enchufados a una matriz distópica. Puede que muchos ni siquiera sobrevivan para experimentar esto.


Quizás le resulte difícil de creer, pero nos encantaría estar equivocados en todo lo que hemos escrito. Créanos, queremos despertar y descubrir que todo esto ha sido un mal sueño. El caso es que nos despertamos cada mañana, miramos las noticias, vemos el patio de recreo desierto frente a nosotros, sentimos esa opresión interna y nos damos cuenta de que esto es real. Tenemos una ventana de oportunidad muy estrecha para actuar y resistirnos a lo que nos está pasando. Si no lo hacemos, no sólo estamos perdidos, las generaciones venideras también lo estarán.